Dulce ambrosía.
Languidece de la tarde su faz,
con ella se van algunos sueños,
una luna incipiente me ilumina,
aquí, frente a éste mar sin dueño
por dentro y por fuera me camina
la añoranza, la ternura y la paz.
Hay recuerdos que nunca se irán,
nos alimentan, nos remontan al cielo,
cierro los ojos y en un suspirar,
mi alma se nutre de lo eterno,
que bello es aprender a amar
así, sin esperar y sin quererlo.
No sería justo culpar al destino,
mi corazón no se ha equivocado,
a pesar de lo que hubo sufrido,
sin razón, sin dudas, sin pecado,
y no se puede borrar lo vivido,
pues más, no pude haber amado.
Gloria Trejo. Mex-USA
12/17
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